Semáforo
Debajo del puente, en la urbe citadina, el niño jugaba en los charcos dejados por la lluvia.
En una mano llevaba una cajita de cartón abierta, que le servía a modo de estante y de mostrador.
En su inventario tenía mazapanes, chicles y nugs.
Se equilibraba entre las orillas de la banqueta, protegiendo en sus manos aquella cajita en la que cargaba su empeño.
Tenía puestos unos crocks con forma de tiburón, los cuales veía con felicidad mientras pisaba aquellos charcos, cada vez más hondos.
Seguramente quería hundir los pies, que el tiburón nadara feliz en el agua, pero aquel niño... flotaba.